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Cumbre del Clima, ¿y el TAV? Por Julen Mendiguren e Iñigo Rudi.

Volvemos a oír hablar en los últimos días a GeroaBai, a PSN y, como siempre, a Navarra Suma, del  “necesario impulso al TAV” en Navarra, lamentando su paralización y retraso, la indefinición sobre el manido bucle ferroviario de Pamplona, una nueva Estación, una u otra conexión con la “Y” vasca, etc., etc.

              

Oímos una y otra vez a los partidos arriba citados hablar de este  tren como si fuera “el maná” del desierto, desierto al que nos acercamos inexorablemente con el incremento del calentamiento global, según nos advierte a diario el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), y desierto al que colabora el TAV por las gigantescas emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) producidas tanto en su construcción como en su funcionamiento con energía eléctrica no renovable.

 

Es patente lo poco que se han molestado en leer el Informe del Tribunal de Cuentas Europeo (TCE, junio-2018), que tras analizar pormenorizadamente lo construido del TAV en los 6 países que más han invertido en él, califica dicho proyecto como un “brindis al sol”, sin estudios realistas ni coherentes, sin análisis de costes-beneficios, destruyendo múltiples zonas de cultivo, ganado, fauna libre y bosques, en muchos casos protegidas o protegibles medioambientalmente, despilfarrando recursos y en muchos casos alimentando la corrupción con miles de millones de euros, construyendo líneas ex_novo sin contar con las existentes y sus posibles mejoras, etc., etc.

              

En el caso de Navarra es una vergüenza que desde 1870 no se haya construído la doble vía Castejón-Alsasua prevista ni se hayan mejorado estaciones, apeaderos, zonas de carga y descarga para mercancías, etc. Es más, se han retirado recursos, personal e infraestructuras del tren convencional, como se han retirado para necesidades básicas de la población en temas como sanidad, educación, pensiones, asistencia a dependientes, etc., para dedicarlas al TAV. Miles de millones de euros para una obra de hormigón armado, hierros y cables, que para ser rentable, según el TCE, debe ser utilizada al menos por 9 millones de viajeros al año, además del correspondiente transporte de mercancías, inexistente, por cierto, en el TAV proyectado y en construcción.

              

No tenemos ninguna necesidad de una nueva estación si partimos de la existente con sus necesarias reformas y mejoras, cercana al centro de la capital y con accesibilidad e intermodalidad fáciles y cómodas. Bastaría suprimir el bucle ferroviario desde el paso bajo la Avda. Gipuzkoa y en los tramos de Rotxapea y Artica, hasta después de Berriozar, haciendo las entradas y salidas desde el oeste de la actual Estación en SanJorge-Sanduzelai. Bastaría un corredor (unos 5,5 km) desde la zona de Loza hasta el corredor actual entre Landaben y Orkoien.     

 

Con las líneas convencionales ya estamos en el corredor Cantábrico-Mediterráneo pues contamos con muchos “Alvias” a la semana que realizan recorridos Barcelona-Irún, Barcelona-Vigo, Barcelona-Gijón, etc., que pasan por la línea convencional desde Tudela a Alsasua y paran en nuestra capital. Tendremos enlaces con la “Y” vasca (cuando se termine) en los mismos o parecidos enlaces a los actuales con el tren convencional vasco, tanto en Vitoria como en Gipuzkoa (sea en las cercanías de Beasain o de Astigarraga). Por cierto, el TCE ha sido especialmente crítico con la “Y” vasca por su alto coste (túneles, viaductos, desmontes, etc.) y los enormes daños ambientales correspondientes. El colmo es el coste presupuestado ¡y aprobado! para las estaciones de Bilbao, 750 M€, y de Vitoria, 900 M€.

 

En resumen, el TAV en Navarra (y en casi toda Europa) es una ruina social, económica y ambiental. No atiende necesidades de cercanías ni medias distancias en poblaciones de pequeño y medio tamaño. Solo sirve para ahorrar tiempos de viaje entre capitales grandes a personas “vips”, pero a un alto coste que estamos pagando toda la ciudadanía. Encima, no ha transportado ni transportará (no está diseñado para ello) ni una tonelada de mercancías.              

 

La inconsciencia o la mala fe de insistir con el TAV coincide ahora con preparar en Madrid la Cumbre del Clima (COP25), que se iba a celebrar en Chile y que ha sido suspendida por la importantes revueltas sociales  en ese país contra sus gobernantes, que han causado decenas de muertos. Desde estas líneas nuestra solidaridad con el pueblo chileno. Y hablando de la Cumbre del Clima, ¿asistiremos al despropósito de ver a la mayoría de gobernantes y líderes políticos acudiendo a esa Cumbre llenándose la boca con la lucha contra el cambio climático? ¿Cambiará la Cumbre su conciencia o seguirán con su praxis diaria, justo en la dirección contraria a la mejora medioambiental? El empeño por construir el TAV por doquier y a costa de lo que sea, es claro ejemplo de que la lucha por mejorar el clima les importa un bledo.

 

Quienes apoyan consciente o inconscientemente el TAV son cómplices de la monumental pérdida de recursos que comporta (muchos de ellos por los ‘desagües’ de la corrupción), y cómplices también del incremento de la huella de carbono y la contaminación, del agravamiento del cambio climático y sus consecuencias en inundaciones, sequías, desertización, infertilidad de bosques y tierras de cultivo, de la pérdida de calidad de vida en pequeños núcleos de población y del despoblamiento rural.

 

 

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