Azken berriak

Sobre Campión. Por Marisa de Simón, coordinadora de IUN-NEB e Iñigo Rudi, portavoz de Batzarre.

El debate en torno a la memoria de una persona en concreto, suele polarizarse porque se mezclan el estudio y análisis de los hechos con las disputas políticas, las emociones e incluso con el recuerdo familiar. 

 

Izquierda Ezkerra no compartiendo la medalla de oro a Campión, como ya hizo con Huarte y Urmeneta, no pretende echar por tierra la vida de alguien que realizó aportaciones a nuestra cultura común, mucho menos pretende herir recuerdos familiares y vivencias cercanas. 

 

En aquella época, difícil sin duda, hubo mucha gente que tuvo que vivir sumido en profundas contradicciones para salvar la vida. Existieron quienes se alistaron al ejército franquista para salvar a un padre o a un hermano, hubo quien se hizo, tarde y mal, de la Falange para depurar cualquier sospecha posible. Pero también existieron quienes no tuvieron ninguna oportunidad, porque su sentencia de muerte les cayó a plomo. Hubo quienes no pudieron abjurar de sus ideales y salvar así su vida, hubo a quienes no les sirvió ninguna clemencia ni ninguna mediación, su asesinato se daba por hecho porque simbolizaban una ideología concreta, y no otra. 

 

Las analogías suelen ser arriesgadas, pero en este caso parece interesante echar una mirada a Alemania, tan adelantada en algunas cosas de la memoria. El Nobel de literatura Günter Grass tuvo que pedir disculpas por el escándalo que se generó al descubrirse que a los 17 años había formado parte de las SS. Grass no optó por el tono defensivo, al contrario, optó por reconocer que aquello estuvo mal, además de ello como es natural trató de contextualizarlo «era joven y no buscaba hacer preguntas. En lugar de eso, creí ciegamente que Alemania, hasta su capitulación incondicional, tenía razón de ir a la guerra. Y fue así que yo también seguí el camino de cientos de miles de alemanes de mi edad». 

 

Todos y todas entendemos que en aquel 36 el miedo pudiera atenazar, somos conscientes del contexto, de la situación, del riesgo evidente, pero en todo caso es preciso ir más allá. Nadie ha dicho que Arturo Campión fuera un franquista radical y convencido, lo que se ha planteado es que no resulta conveniente ese reconocimiento hacia una persona que apoyó, por la circunstancia que fuera, al
golpe de estado franquista. Sabemos, como todos que su salud estaba seriamente deteriorada pero el hecho es que sin que existiera riesgo para su vida aportó miles de pesetas para el ejército franquista. Como muchos otros sí, pero sin riesgo para su vida. 

 

Además de ello son varios los ejemplos en los que aparece como una persona tremendamente xenófoba, exclusivista y portador de un odio atávico hacia las ideas de izquierdas. Sabemos también que ese estilo literario era común en la época, especialmente en la gente culta de clase alta, pero eso no puede normalizar el racismo. Que en la época de Gunter Grass los jóvenes alemanes se alistaran a las SS no hace “normal” ese hecho, lo puede contextualizar, nos puede ayudar a ponernos en la piel de alguien que lo hace, pero no es razonable
banalizar con eso y quitarle hierro y responsabilidad personal. 

 

El debate, que ha querido plantear en este caso Izquierda-ezkerra por lo tanto consideramos que resulta relevante y necesario.

El problema es que cuando se premia a alguien no se puede arrinconar las sombras y destacar sólo las luces. Creemos que es mejor tratar con normalidad las contradicciones de Campión, mitificarlo, por el contrario, hará que pierda sin duda interés y se aleje de la realidad. 

 

Estamos ante dos posibles actitudes, una memoria superficial y sin problematizar, o una visión crítica del pasado que trata de bucear también entre lo que no gusta, como única forma posible de construir un mejor futuro y de afrontar un trágico, en muchas ocasiones, pasado.