Feminismo

FEMINISMO

Entendemos el feminismo como un movimiento político y social, reivindicativo y de denuncia que justifica su existencia por el hecho de que -a pesar de que la igualdad de género esté formalmente reconocida en la Constitución- en la práctica las mujeres no gozan de los mismos derechos ni de la misma consideración social que los hombres.

El feminismo siempre está en movimiento, transformándose, con ritmos variables, pero en el actual siglo XXI es en el 2018 cuando aumenta considerablemente su impacto público a nivel global, reforzando su influencia social y siendo apoyado por una amplia mayoría cívica, que empuja en su avance.

Acontecimientos como el #MeToo, las huelgas feministas de los últimos 8 de marzo o el caso de la violación grupal en las fiestas de Pamplona, hacen que las movilizaciones sean masivas, atrayendo a los sectores más jóvenes, que se autodefinen con orgullo como “feministas”.

La explosión vivida por parte del feminismo se visibiliza en las calles, así como en la producción del conocimiento y la construcción teórica que a su vez influye en la práctica política. Es por ello que tal y como se resuelvan los debates feministas influirá en la toma de decisiones, en los posicionamientos públicos y en la praxis política.

Los debates que actualmente vive el feminismo, están también vivos en Batzarre señalando cuatro que actualmente nos parecen los más relevantes para iniciar un camino de reflexión como Colectivo.[1]

  • El sujeto del feminismo se amplia y diversifica: de un sujeto “la mujer” se avanza hacia un sujeto más amplio y diverso. La incorporación de las mujeres trans en el movimiento con la misma consideración que las mujeres CIS[2], no está exento de polémicas; la ruptura del binarismo hombre/mujer conlleva para algunos sectores pérdidas en los avances logrados e invisibilización de las desigualdades; mientras, otras corrientes optan por ver en plural los sujetos políticos del feminismo fruto de la diversidad de mujeres e identidades.
  • La respuesta a la violencia sexual reclama de forma casi unánime un cambio de paradigma, de los discursos, exigiendo poner el foco en el lugar correcto: los agresores. Se exige justicia y para algunas corrientes, la cuestión se centra en la modificación de las leyes para garantizar mayores condenas y penas más duras. Surgen otras miradas que entienden que es tarea también del feminismo proponer nuevas nociones de justicia que no estén atadas a solucionar nuestros problemas con mayor represión, más castigo ni más fuerzas de seguridad en las calles, si no que opten por otra concepción de justicia.
  • La prostitución: uno de los debates con posiciones encontradas, entre quienes ponen el acento en la abolición y la erradicación de la prostitución, y quienes lo ponen en la inmediata protección de los derechos de quienes la ejercen. Lo más transgresor, quizá, son las posturas que se esfuerzan por reubicar el debate, defendiendo la importancia de los argumentos dados en el seno de cada corriente, esforzándose en acotar terrenos de acuerdo y análisis que puedan ser compartidos a medio plazo por la mayoría del movimiento feminista, como por ejemplo la lucha contra la prostitución forzada y la trata.
  • Gestación subrogada: desde posturas que consideran que la gestación subrogada entra dentro de los derechos individuales -en este caso el de ser madre/padre- y habría que derogar su prohibición en España para regular esta práctica, hasta aquellas corrientes que lo consideran una forma de explotación de las mujeres amparado por el sistema capitalista y los mercados.

Asimismo, continúan en el feminismo reflexiones sobre el papel de hombres y mujeres en la lucha feminista, las diferencias en el ejercicio del poder, las violencias, el papel de los cuidados en la economía feminista, la sexualidad, el ecofeminismo, el uso del lenguaje…

Pero es con el COVID-19 cuando se ha puesto en evidencia el papel central que los cuidados tienen para el funcionamiento de nuestra sociedad y la sostenibilidad de la vida, haciéndose más visibles las desigualdades que existen entre mujeres y hombres en el tiempo y dedicación; pero la pandemia de la COVID-19 no sólo impacta de manera diferente en la asunción de los cuidados, sino en el empleo, en los niveles de exclusión social, en el bienestar emocional, en las relaciones familiares, etc.

Las nuevas situaciones provocadas por la pandemia se suman a las desigualdades de género ya existentes ampliando la brecha entre unas y otros.[3]

Es por ello que se hace imprescindible:

  • Medidas de conciliación, pero sobre todo de corresponsabilidad en los cuidados, ahora y después de la pandemia.
  • Adoptar medidas para la revalorización de los sectores esenciales de nuestra sociedad, como el de los cuidados y los servicios públicos de salud, servicios sociales y educación, netamente feminizados.
  • Favorecer la transformación hacia un modelo económico y social que ponga el cuidado y la sostenibilidad de la vida en el centro.

Si el movimiento feminista ya anticipaba estos problemas, la pandemia los ha puesto de manifiesto y agudizado. Puede ser el momento de cambiar nuestro sistema social, económico y político para alcanzar una sociedad más igualitaria.

 

[1] Resalto esta idea porque creo un error trasladar estas cuestiones a espacios en el que sólo discuten mujeres.
[2] Nos referimos a mujeres que nacen con atributos genitales femeninos y se identifican y se sienten con el género “mujer”. Es decir, que coincide el sexo con el que nace y el género con el que se identifica.
[3] Nos remitimos al informe elaborado por Emakunde en julio del 2020 “La igualdad en época de pandemia. El impacto de la COVID-19 desde la perspectiva de género” Aunque los datos se refieren a la CAV y pueden variar en lo referido a Navarra, la variación se presupone escasa.
https://www.emakunde.euskadi.eus/contenidos/informacion/emakunde_covid19/eu_def/adjuntos/2020.07.la_igualdad_en_epoca_de_pandemia.pdf