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Entre Ángeles y novios de la muerte. La “tradición” no puede justificarlo todo

Cuando todavía están humeando los cirios de las procesiones de Semana Santa, el Ángel de Aralar comienza su periplo por iglesias, residencias, colegios e Instituciones públicas como el Ayuntamiento de Pamplona-Iruña.

Un año más, con motivo de la Semana Santa, hemos asistido, incluso sin desearlo, a numerosísimas representaciones católicas que, con singularidades locales, se repiten a lo largo de pueblos y ciudades de toda la geografía peninsular: procesiones, saetas, cristos y vírgenes paseadas y adorados públicamente, como expresiones respetables de la tradición católica que pervive, e incluso se convierte en gancho turístico. 

 

Hasta ahí, nada que objetar. Lo anormal, lo esperpéntico, empieza cuando instituciones públicas, a todos los niveles, con sus representantes políticos y políticas a la cabeza (elegidas, imaginamos, por personas que profesan muy distintos o ningún credo religioso), no sólo participan como tales en dichos actos, sino que los organizan, los financian y los publicitan como si fueran parte de sus funciones institucionales.

En nuestra ciudad por suerte, en esta legislatura, se han dado, por fin, algunos pasos en la necesaria separación de la Iglesia y lo público. Un tanto tímidos, eso sí porque, si bien se ha dejado de participar en ciertos actos religiosos y misas como la que se oficiaba en la capilla del salón de recepciones con motivo de la visita del Ángel de Aralar, parte de la corporación sigue recibiéndolo cada año en el Ayuntamiento. 

 

Por otro lado, el Ayuntamiento de Pamplona tiene recogido en su Reglamento de Protocolo hasta cinco actos religiosos, como actos institucionales, en los que, como en la Procesión de las Cinco Llagas, gran parte de la corporación municipal sigue participando en “Cuerpo de Ciudad”, con traje de gala, maceros y clarineros. Todo ello apelando a la “tradición”, un argumento éste tan manido como incongruente, para seguir, cuarenta años después, incumpliendo el mandato constitucional de aconfesionalidad que nos obligaría a no hacerlo.

 

Si de tradiciones va la cosa, el recorrido por distintas ciudades y sus “tradiciones” nos regala una sucesión de imágenes dignas de Berlanga, que no quisiéramos para nuestra ciudad, por mucha tradición que tengan. Perplejidad nos provoca, por ejemplo, la participación de la Legión en la procesión de Málaga, portando un Cristo mientras entona el «soy el novio de la muerte», que pone los pelos como escarpias, con la presencia esta año de la ministra del ramo, Cospedal, y sus compañeros de Interior y Educación. 

 

Y como una cosa lleva a la otra, hace dos años, la ministra Cospedal va y se inventa una nueva “tradición” (porque las tradiciones se pueden inventar en un pis, pas, pero anidan, adquieren carta de naturaleza y vaya usted luego a cambiarlas). La nueva “tradición” consiste en que todas las banderas españolas de cuarteles, edificios y oficinas dependientes del ministerio de Defensa ondeen a media asta en señal de duelo por la muerte de Cristo. Se incumple, de este modo, no sólo el mandato constitucional de aconfesionalidad, sino el propio Reglamento de Defensa que establece las causas por las que la bandera debe ondear a media asta. Como imaginarán la muerte de Cristo, no aparece en el listado. 

 

Ante estampas de este estilo planteamos una pregunta: ¿el ejército, como estamento público que es, no debería mantenerse al margen de estos actos?. Pero claro, la “tradición” manda también ahí. 

 

Qué es entonces la tradición ¿razón o excusa? Por suerte las tradiciones se crean, se mantienen un tiempo, a veces largo, y desparecen, a veces con mucho esfuerzo, y/o son sustituidas por otras. ¿Razones? Se nos ocurren múltiples: porque la sociedad evoluciona; por respeto a las múltiples confesiones y distintas “tradiciones”; o por una bien importante en el caso de entidades públicas, porque existen disposiciones legales de obligado cumplimiento. Esta última razón debería ser suficiente para abolir otra de esas “tradiciones” de Semana Santa por la cual algunas hermandades pueden indultar a presos, al margen de toda la legalidad vigente. 

 

Por desgracia y para descrédito de las instituciones, algunas tradiciones se crean o mantienen por coincidir con creencias personales de quienes ejercen el poder en cada momento. 

 

Y ya en casa, en Pamplona-Iruña, preguntamos de nuevo ¿es la tradición un argumento suficiente para que la corporación siga participando en actos religiosos? Los grupos parlamentarios PSN, EH-Bildu, Geroa Bai, Izquierda Ezkerrra y Podemos, rechazaron esta semana recuperar la visita institucional del Ángel de Aralar al Parlamento de Navarra, petición planteada por PP y apoyada por UPN. Estaría bien que estos mismos grupos políticos en el Ayuntamiento de Pamplona, por coherencia, tomaran la misma postura. 

 

Desde Izquierda Ezkerra reclamamos una vez más que el Ayuntamiento no participe como tal en actos religiosos, y en particular que no se vuelva a realizar en años próximos la recepción oficial al Ángel de Aralar como ha sucedido esta misma semana.
No nos gustaría convertir esta petición en una “tradición”.

 

 

Edurne Eguino, Concejala de Izquierda Ezkerra, Fernando Espinosa, Coordinador de IU- Iruña e Iñigo Rudi, Portavoz de Batzarre.