Reflexiones feministas tras el 8 de marzo. Por Ana Arillo Crespo y Raquel del Pozo Vázquez
Este domingo 8 de marzo, Iruña volvió a demostrar que es una ciudad comprometida con la igualdad de mujeres y hombres. Tras dos años de huelgas feministas, el impacto del feminismo sigue siendo arrollador.
Resultó muy emocionante ver a cientos de personas en la manifestación; madres y padres con sus txikis; mujeres jovencísimas que se autodefinen orgullosas como feministas; grupos bailando y coreando lemas a favor de la igualdad, con mucho humor y sarcasmo; chicos gritando “no, es no, lo demás es violación”; grupos de mujeres que aprovechan ese día para consolidar sus alianzas y volver a casa más reforzadas; mujeres diversas en actos diversos, rompiendo con la uniformidad que, quizá, años atrás resultaba algo artificiosa.
Mirábamos alrededor y no podíamos más que sentir orgullo de todas nuestras compañeras, sobre todo al ver la energía y la potencia de las más jóvenes acompañadas por sus amigos y cómplices. ¡Un gusto!
Sin embargo no pudimos evitar cierto malestar cuando vimos a determinados colectivos feministas que salieron a la calle para señalar la diferencia, poniendo el acento en lo que ellas son y piensan y excluyendo del concepto “feminista” a aquellas que no comparten esa opinión.
Es de sobra conocido que dentro del feminismo hay debates abiertos, con posturas que a veces se muestran como irreconciliables. Consideramos del todo saludable que en los movimientos políticos, sociales y reivindicativos, como lo es el feminismo, exista pluralidad, opiniones diferentes y reflexión, y no caer en el temido “pensamiento único”. Las diferencias, si se plantean en debates sosegados y tranquilos y en los espacios adecuados, pueden gestionarse de manera positiva y no generar tanta tensión en temas tan polémicos como, por ejemplo, lo es la prostitución.
En otras palabras, lo que no creemos acertado para acercar posturas ni para la salud del movimiento feminista es que las discrepancias se conviertan en “batalla” y que el 8 de marzo sea el escenario adecuado para que algunas feministas salgan a la calle poniendo el acento en aquello en lo que discrepamos, sin esforzarse en señalar aquello que nos une. Flaco favor si entre nosotras nos ponemos fronteras entre lo que sí y lo que no es ser feminista y lo que obligatoriamente tenemos que pensar para serlo.
Pero como decíamos al comienzo: el impacto del feminismo sigue siendo arrollador, hay cientos de mujeres comprometidas con su avance y desarrollo.
El espíritu de los variados y diversos actos organizados para el 8M dejaron patente la cantidad de esfuerzos desarrollados para llevarlos adelante por parte del movimiento feminista. Esfuerzos unitarios y de futuro, caminando hacia un 8 de marzo donde quepamos todas.
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