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Un amor que merezca la pena", por Patricia Abad, Iñigo Rudi, Olga Risueño (Portavocía de Batzarre)

A nadie se le escapa que este mes de Febrero, hacia mediados, hay una fecha señalada en el calendario, un día en el que celebrar el amor dentro de la pareja.

 

Dejando de lado cuestiones ligadas al consumo, desde Batzarre queremos poner el acento en cómo entendemos esas relaciones amorosas, qué tipo de amor merece la pena ser celebrado. Porque tampoco a nadie se le escapa que el amor, además de un sentimiento precioso que hay que disfrutar, es una construcción; una construcción social y cultural, propia del aquí y del ahora, que hemos hecho nuestra sin habernos, muchas veces, cuestionado. En definitiva, a amar también se aprende.           

¿Y cómo es el modelo de amor que aprendemos y transmitimos en nuestra cultura? ¿Cómo es el amor que nos socializa, nos llega a través de los medios, el cine, la música… incluso desde instituciones como la religiosa?

 

En muchas ocasiones se representa un tipo de afecto que, se presume, ha de ser para toda la vida, “te querré siempre”; exclusivo “no podré amar a nadie más”;  incondicional, “te querré por encima de todo”; implica un elevado grado de renuncia, “te quiero más que a mi vida”; amores complicados, plagados de dificultades y de sufrimiento, lo que, paradójicamente, engrandece el amor, “quien bien te quiere, te hará sufrir”; la aparición de los celos como algo positivo ya que su ausencia se interpreta como falta de interés, “es porque no me quieres”; un sentimiento superior, incontrolable, ingobernable, “volverse loco de amor”; un sentimiento al que se le atribuyen cualidades mágicas “con mirarnos sabemos qué nos pasa”, “nos rozamos y… es magia”; ¡e incluso anticonceptivas! “no usamos preservativo como muestra de amor y confianza”.  Y, por supuesto, heterosexual.

 

Lógicamente, también entre las generaciones más jóvenes muchas veces se establecen relaciones dependientes, desiguales… donde el control a la pareja a través del mal uso de la tecnología puede llegar a ser asfixiante, obsesivo, limitándose los espacios propios, y las decisiones, tan
marcadas éstas por el género; incluso minimizando comportamientos agresivos y respuestas violentas.

 

¿Pero en verdad nos extrañamos? ¿Este tipo de relación nos resulta tan lejana y exclusiva de la juventud? ¿Sobre qué valores estamos construyendo las relaciones amorosas que mostramos como satisfactorias, deseables? 

 

Más allá del mito, este modelo de amor romántico en el que nos socializamos se apoya además en las desigualdades de género. Vivimos
inmersas en una cultura que valora de forma desigual a las personas en función de los roles asignados, y que coloca los valores asociados a lo masculino (autonomía, control, rol activo, contención emocional) por encima de los asociados a lo femenino (dependencia, pasividad, rol cuidador, expresión de sentimientos). Así, siendo rígidos ambos roles los cuales nos encorsetan y nos limitan a todos y a todas, el amor romántico fomenta la dependencia, el control y otras cosas no deseables, pero con efectos desiguales. El mandato tradicional de género hacia las mujeres incluye el amor y el cuidado a l@s demás como centro y prioridad de su existencia, por encima de casi todo, mientras que a
los hombres se les permite anteponer otras cuestiones, como el desarrollo profesional o personal. Las mujeres deben preservar ese rol amoroso y de cuidado por encima, incluso, de las propias necesidades e intereses personales.
Es por eso que muchas mujeres soportan incluso situaciones de violencia por parte de sus parejas en nombre de ese “amor”. 

 

Como dijo la filósofa feminista Kate Millet: «El amor ha sido el opio de las mujeres. Mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban». 

 

El amor es un sentimiento maravilloso, que nos proporciona felicidad y bienestar, y por eso deberíamos re-pensar sobre qué ingredientes construimos nuestros amores, y asentarlos sobre valores que realmente construyan relaciones que merezcan la pena ser… vividas. 

Afortunadamente cada vez más mujeres y hombres lo hacemos, y rechazamos un modelo que no nos permite crecer, sino que nos limita y asfixia. 

Porque sabemos que otras formas de querer son posibles…. 

 

Batzarrek greba feminista babesten du; Batzarre apoya la huelga feminista